¡Afilamos la katana para traerte el análisis de Ninja Gaiden 4 en PC, el regreso de una saga que no perdona despistes ni muñecas blandas. Aquí la lluvia no tapa la sangre, los jefes tienen más colmillo que paciencia y cada frame importa. Si vienes buscando un paseo, mal sitio; si vienes buscando flow, reflejos y esa satisfacción de clavar un parry al pixel… toma asiento, que hoy se come acero.
Yakumo entra en acción y no viene solo: el combate es un baile de cuchillos, las arenas cambian de ritmo sin pedir permiso y el juego te mira a los ojos como diciendo “¿seguro que quieres seguir?”. Yo sí. Y tú probablemente también.
¿Listos para comprobar si este retorno está a la altura del mito… o si nos va a dejar contando shurikens en la enfermería?
El principio de todo
Abordar Ninja Gaiden en un análisis impone un poquito. Ya jugarlo da respeto: sabes de antemano que el camino fácil no existe y que la recompensa llega a base de precisión y reflejos. Una saga que nace en 1988 para NES tiene el bagaje suficiente como para obligarnos a mirar atrás un segundo… pero tranquis, que os pongo al día para que salgáis de aquí con el título honorífico de “eruditos del shuriken”.
Aquí no hay ‘modo fácil’, solo veteranos con reflejos de búho y trauma de joystick

Para situarnos: hablamos de un hack & slash que desde sus orígenes se distinguió por su dureza y su exigencia quirúrgica —sí, incluso antes de FromSoftware. Tras un parón en los 90 (más allá de las apariciones de Ryu en Dead or Alive), en 2004 Team NINJA resucitó la serie en Xbox bajo la batuta de Tomonobu Itagaki, marcando un antes y un después en el género.
Permitidme dedicarle unas líneas: su aportación nos dejó joyas como Dead or Alive y, más importante, una ética de trabajo volcánica que se nota en cada golpe, y que llevó al autor incluso a dejar una nota de disculpa a sus fans mediante un post póstumo que encargó a un amigo de confianza. Que esta review sirva también como homenaje: celebramos el legado del director, diseñador y productor japonés en los días previos al lanzamiento de un regreso llamado a estar a la altura de su leyenda.
Si los dioses del hack & slash tienen un altar, Itagaki tiene su propia barra libre en él
Historia: Sombras que recuerdan tu nombre
En Ninja Gaiden 4 no solo vuelve el acero: también el legado. Han pasado más de diez años desde que Ryu Hayabusa colgó la katana, y el Team Ninja —ahora de la mano de PlatinumGames— decide que es hora de sacar brillo a la cicatriz. Pero el centro del escenario lo ocupa Yakumo, un joven del Clan del Cuervo que entra al ruedo con la típica energía de “yo no soy mi padre, pero déjame intentarlo”. Spoiler: lo consigue, y de paso convierte cada pelea en un episodio de Shonen sangriento deluxe.
Hay series con más diálogo, pero ninguna con tanta poesía en cada desmembramiento

La trama arranca en una Tokio en ruinas, bañada por una lluvia que no limpia nada y con un aire de distopía cyberpunk japonesa: templos antiguos, neones, y demonios que parecen diseñados por un artista que se pasó tres noches sin dormir viendo Devilman Crybaby. El Dragón Oscuro ha corrompido la ciudad —literal y metafóricamente—, y nuestro chico Yakumo deberá cortar de raíz (y de cuello) todo lo que se interponga.
Ryu no desaparece del todo. Su sombra —y su leyenda— lo acompañan. No quiero spoilear demasiado, pero cuando el “super ninja” entra en escena, se siente como cuando Cloud baja del tren en Midgar: sabes que la tormenta acaba de empezar. Su aparición tiene ese toque de “el sensei ha vuelto y tú aún no sabes lo que se viene”.

¿La historia en sí? Sencilla, funcional, y consciente de que aquí lo que importa es el ritmo del tajo más que los monólogos dramáticos, pero también tiene sus giros (y menudos giros). Ninja Gaiden 4 no busca contarte una epopeya emocional: quiere que la vivas. A través de cada parry perfecto, cada boss que te hace sudar y cada checkpoint que alcanzas con las manos temblando.
Cada plano pide captura, cada boss pide terapia
Yakumo lleva sobre sus hombros un legado muy pesado, pero su viaje es puro ADN Ninja Gaiden: una historia sobre caer, levantarse y cortar más limpio. Porque en este mundo, las sombras no se olvidan de tu nombre… solo esperan a ver si eres digno de pronunciar el suyo.
Jugabilidad: El filo manda
No os voy a mentir, yo veo que en una obra interviene PlatinumGames y ya me vuelvo loco y empiezo a salivar. Si Ninja Gaiden 4 tuviera un lema, sería algo así como: “te vas a morir mil veces, pero cada una será preciosa”. El Team Ninja y PlatinumGames han creado un híbrido entre el sadismo elegante de Razor’s Edge y la locura estilizada de Bayonetta. Y funciona.
Y sí, vas a jurar en arameo… pero con estilo.
El combate es una coreografía sangrienta: cada tajo tiene peso, cada esquiva un timing medido al frame, y cada parry bien hecho activa ese pequeño “sí, soy yo, la protagonista del anime” que todas llevamos dentro. Aquí no se machacan botones: se baila con ellos.

El juego te da dos estilos claros:
- Yakumo, el rookie del Clan del Cuervo, ágil y técnico, que evoluciona contigo y te enseña a pensar con la katana.
- Ryu Hayabusa, la leyenda, más pesado y contundente, que entra cuando ya crees dominar… y te demuestra que no.
Ambos comparten un sistema de combate exquisito:
- Dos tipos de ataque (rápido y fuerte).
- Parrys, bloqueos y contragolpes con precisión de relojero suizo.
- Ejecuciones brutales y amputaciones que parecen hechas por un cirujano con mala leche.
- La “Postura del Cuervo de Sangre”, que convierte tus golpes en un festival de partículas y dolor, pero solo si sabes cuándo usarla.
La curva de aprendizaje es exactamente lo que debe ser: cruel pero justa.
Empiezas haciendo el ridículo y terminas improvisando combos que parecen una escena de Kimetsu no Yaiba dirigida por PlatinumGames. Y cuando crees que ya lo dominas… llega un jefe con nombre impronunciable a recordarte la humildad.
Los escenarios funcionan como arenas con verticalidad, railes, zonas para correr por las paredes y secretos que premian la exploración. No hay mundo abierto —gracias, ninjas—, pero sí ritmo, fluidez y esa sensación de que cada capítulo es un episodio de acción con final en cliffhanger.

La dificultad mantiene el ADN de la saga: cuatro niveles, desde “modo Héroe” hasta el legendario “Maestro Ninja”, donde literalmente el aire puede matarte. Pero el modo de dificultad más bajo, yo diría es bastante asequible así te diría que no te tire para atrás la dificultad, ya que además, como buen juego de PlatinumGames llega un momento en que interiorizaras los movimientos y te saldrán casi automáticos.
Dominar Ninja Gaiden 4 es como aprender japonés: te frustras, lloras un poco, y un día sin saber cómo… lo entiendes todo
Y no exagero si digo que es el combate más satisfactorio al que me he puesto a los mandos este año, repetirás niveles solo por verte fluir mejor. Cada golpe, cada esquiva y cada muerte enseñan algo. Porque Ninja Gaiden 4 no te castiga: te entrena. Y cuando, por fin, clavas un combo sin fallo, te das cuenta de que ya no estás jugando… estás canalizando el ninjutsu.
Apartado técnico: Lluvia, neón y cicatrices
Si la jugabilidad es una danza letal, el apartado visual es el escenario del crimen. Ninja Gaiden 4 se mueve entre dos mundos: templos japoneses bañados en luz de luna y una Tokio cyberpunk que parece diseñada por alguien que escuchó “Blinding Lights” demasiado fuerte.
El resultado es un cóctel entre lo clásico y lo futurista, con un gusto exquisito por el exceso.

El diseño artístico apuesta por lo grotesco y lo bello a la vez. Vas a cortar cyborgs, demonios y cosas que no sabías que podían sangrar, todo mientras las luces de neón reflejan el desastre como si fuera un videoclip de Cyberpunk: Edgerunners. Pero la contrapartida es que sino casas con la estética que propone, aquí no vas a encontrar mucho del Japón colorido, de naturaleza más tradicional como podrías encontrar en Ghost of Yotei.
Algunos escenarios son tan locos que solo falta ver pasar a Sonic en un rail al fondo (y no descartes que ocurra).
En lo técnico, el juego cumple, pero no revoluciona. Las animaciones son espectaculares, los efectos de sangre un festival, y los modelados de Yakumo y Ryu están al nivel de lo que se espera de dos leyendas. Pero si esperas un salto visual que te deje tieso, no: esto es más “evolución sólida” que “next-gen de infarto”. En PC va fino salvo en combates con muchos enemigos, donde a veces parece que los frames también están peleando por su vida.
Ahora, el verdadero mimo está en la cámara y las animaciones: todo se siente cinematográfico, con zooms, ángulos imposibles y esa sensación de que cada tajo fue ensayado por un director de acción japonés con estrés postraumático. Cuando clavas una ejecución, la pantalla vibra y tú con ella.

En el plano sonoro, Ninja Gaiden 4 se deja llevar por la dualidad:
Tambores taiko y percusión ritual cuando estás en plena adrenalina.
Sintetizadores industriales cuando la historia se pone turbia y te toca cortar a ritmo de rave postapocalíptica.
Cuando apagas el juego, sigues oyendo el sonido del filo. O igual es tu ansiedad, quién sabe
Voces en inglés y japonés (sin doblaje al español, pero sí subtitulado), con una interpretación que encaja en ese tono serio de “me duele la vida pero igual te corto en cuatro”.
Hay algún que otro tema memorables, y cuando suena uno, te sube el ki y piensas: vale, esto sí es Ninja Gaiden.
El sonido de las katanas chocando, el rugido de los jefes y el chasquido de una ejecución perfecta componen una sinfonía de destrucción que se disfruta con cascos. Si eres de las que baja el volumen para concentrarse… aquí no podrás. Este juego suena a filo, a furia y a tradición.
Conclusión: ¿Leyenda recuperada o simple nostalgia?
Ninja Gaiden 4 no viene a reinventar el shuriken: viene a recordarte por qué te enamoraste de este tipo de juegos. Es la clase de experiencia que te mira a los ojos, te rompe los dedos, y aún así te hace sonreír mientras limpias la sangre del mando.
Sí, Yakumo aún no tiene el carisma de Ryu Hayabusa, pero su viaje funciona como relevo generacional y como carta de presentación para una nueva hornada de jugadores que no temen morir cien veces si el tajo es bonito. Ryu sigue siendo el mito, el eco de un pasado glorioso… pero ahora el legado se escribe a cuatro manos, y ambas saben cortar.

El sello de PlatinumGames se nota: más fluidez, más espectáculo, más “¿acabo de hacer eso yo?”. Pero bajo toda esa adrenalina sigue latiendo el corazón de Team Ninja, con esa filosofía que no entiende de concesiones ni tutoriales amables. Aquí aprendes a base de morir, mejorar, y morir mejor.
Ninja Gaiden 4 no te abraza. Te atraviesa. Pero cuando te levantas, juras que ha merecido la pena
¿Perfecto? No. La historia cumple sin brillar, el apartado técnico tiene alguna sombra y algún jefe que parece diseñado un lunes con resaca. Pero cuando todo encaja —cuando el parry suena limpio, el enemigo cae y la cámara baila contigo—, Ninja Gaiden 4 se siente como una sinfonía de violencia que te devuelve la fe en los hack & slash.
En un mundo lleno de juegos que te dan la mano, este te lanza la katana y te dice: “Demuestra que mereces llamarte ninja.”
Y, sinceramente… qué gusto da demostrarlo.
Esta maravilla pesa 55 GB y lo hemos probado en varios equipos, obteniendo un buen rendimiento en ambos pese a que en el equipo de gama más alta hemos notado una bajada de frames en escenarios bastante cargados de enemigos. En el equipo de gama baja sin embargo hemos jugado a unos FPS muy estables (Con la consecuente perdida gráfica) y también lo hemos disfrutado en el servicio de Cloud Gaming de Microsoft.
Ninja Gaiden 4 ya está disponible para PlayStation 5, Xbox Series y PC. Este juego ha sido analizado en varios ordenadores de las siguientes características:- Laptop i7, 16GB de RAM con Nvidia GTX 1070
- Laptop: AMD Ryzen 7, 16GB de RAM con Nvidia RTX 4050
Ninja Gaiden 4
Ninja Gaiden 4 es un regreso sangriento y elegante que respeta su pasado mientras afila el futuro. No revoluciona, pero recupera el alma del ninja con un combate tan satisfactorio que hace olvidar sus tropiezos narrativos. Una carta de amor al dolor bien ejecutado.
Lo mejor
- Dificultad
- Sistema de combate sublime
- Yakumo y Ryu
Lo peor
- Historia mejorable
- Entornos algo planos a veces
-
Historia
-
Jugabilidad
-
Apartado artístico
-
Apartado sonoro

